Ya han pasado varios años desde que la comunidad científica alzara la voz para llamar la atención respecto de la aguda presencia de metales pesados en la zona norte del país. Si bien, esta condición respondería a las características geológicas del terreno, también se ha agravado por la actividad minera.
Ciudadanos claman por respuestas que, aseguran, ni siquiera se mencionan en el Fondenor.
Como un “laboratorio” y “zona de sacrificio” calificó a la región, el científico y académico de la Universidad de Antofagasta (UAntof); Domingo Román, “debido a la sistemática emanación contaminante de la cual son víctimas los habitantes del Norte Grande del país.
Según los múltiples estudios realizados en la zona, “en varias ocasiones se ha sobrepasado hasta por tres veces la norma de arsénico en el agua, cifrada en 10 partes por billón (PPB). Estas cifras no han sido ratificadas por la empresa de agua potable y la Superintendencia respectiva, desde donde aseguran que se respeta la legislación chilena”, recalcó Román.
“La contaminación por cadena trófica por todos los sectores correspondientes a aire, atmósfera, suelo y agua, había llegado al ser humano y, por lo tanto, había que lograr algunos antecedentes sobre estos elementos para los seres humanos. El enfoque nuestro ha sido siempre multimetal y se están haciendo en la región desde 1995. El cáncer en Antofagasta ha provocado alerta mundial y se indicó incluso que era un cluster del cáncer, es decir, un punto del planeta donde esta enfermedad está fuera de control”, comentó el experto.
Asimismo, el profesor Román aseveró que existen más de 15 componentes contaminantes que desde hace años están provocando enfermedades epidemiológicas producto de la condición del territorio, que se agravan con la instalación de empresas contaminantes.
“Las huellas que hemos observado son níquel, plomo, selenio, mercurio, cromo, arsénico, litio y boro. La minería es un vector solamente. Lo que pasa es que la segunda región de Chile es lo que se denomina una zona geomédica, un área del planeta que enferma a las personas. Por lo tanto, la minería lo único que hace es levantar e introducir más rápidamente hacia los ciclos biogeoquímicos los metales pesados. Pero la zona ya está enriquecida de metales pesados, lo que significa que si este territorio es declarado geomédico, ese importante detalle tiene que ser considerado en todos los estudios de impacto ambiental y, posiblemente, las cosas serían diferentes”, precisó Román.
Respecto de las responsabilidades políticas presentes en esta crisis medioambiental, José Mardones, director de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) de Calama, recalcó que luego de los años de silencio parlamentario, “la misión ahora le corresponderá a la ciudadanía, que debe oponerse a las autoridades, debido a la nula voluntad política por atenuar este conflicto”.
Además, Mardones señaló que “la situación es tan grave, que ni siquiera el Fondo de Desarrollo para el Norte (FONDENOR) puede atenuar los índices contaminantes de Antofagasta, a menos que la autoridad de salud o la ciudadanía no tome medidas”.
“El Fondenor no incluye ningún tipo de modificación al tema medioambiental y eso tiene que ver con que efectivamente nosotros como trabajadores y trabajadoras y ciudadanos en general tengamos que defender nuestra tierra. Ese sistema se tiene que cambiar con movilizaciones y tenemos que dar el ejemplo en la defensa del medio ambiente y también en las ciudades”, comentó el dirigente.
Por su parte, Lucio Cuenca, miembro del Observatorio Latinoamericano de Conflictos Medioambientales (OLCA), enfatizó en que “los problemas gradualmente incrementados, en materia de enfermedades y malformaciones congénitas, son algo que no se ha querido abordar desde esa área”.
“El caso de Antofagasta es una dificultad de salud pública y ambiental muy importante que ha sido ignorada durante mucho tiempo porque justamente hay muchos intereses económicos en la zona, particularmente, en torno al desarrollo minero. Si bien, la composición química del agua, por ejemplo, pudiera tener algunos compuestos químicos por efecto natural, claramente el nivel de intervención que se está haciendo en la región está generando efectos en la salud”, dijo.
Si bien este conflicto no es nuevo, según los entrevistados “es un problema que clama por respuestas”, ya que hasta la fecha la expectativa de vida se ha visto mermada en 5 años aproximadamente en relación al resto del país, la que si bien el mundo de la ciencia ha reclamado insistentemente, aún no ha sido considerada por las máximas autoridades del país.
Mariano Rivera